Hay una especie de orgullo intelectual enraizado en el espíritu contemporáneo por el que nos creemos superiores en virtud del desarrollo de las ciencias. Tomamos distancia de los “bárbaros” y “primitivos” que, al practicar su fe, “creen en santos que orinan”. Así, orondos, afirmamos haber salido del “encantamiento del mundo” en que vivíamos en aquellaSigue leyendo «Milagreros»