En la década de los ochenta los nicaragüenses tuvieron un héroe en las filas de la Iglesia Católica, se llamaba Miguel Obando y Bravo. Su porte no era majestuoso, más bien era exiguo, llano y poco sofisticado. Primero fue Arzobispo de Managua, luego Cardenal, príncipe eclesiástico quizá emparentado con Atila, ya sabe, el bárbaro aquel,Sigue leyendo «La decadencia de los héroes»